El doctor Nácere Hayek Calil
D. Nácere Hayek nació en Santa Cruz de Tenerife en el año 1922. El profesor Nácere se doctoró por la Universidad de Barcelona en 1965 y obtuvo plaza de Catedrático de Análisis Matemático por la Universidad de Sevilla en 1967.
De ahí se desplazó en comisión de servicios a Las Palmas de Gran Canaria, donde dirigió los estudios de Ingenierías y Arquitectura, en aquel entonces dependientes de la Universidad de La Laguna; continuó a partir de 1969 en la Facultad de Ciencias de La Laguna, donde fundó y fue primer Decano de la Facultad de Matemáticas, lugar en el que permaneció hasta su jubilación, institución en la que ha tenido una reconocida labor docente.
Fue un eminente Catedrático de Análisis Matemático, y la Universidad de La Laguna ha reconocido en varias ocasiones su gran labor nombrándole finalmente Profesor Emérito de esta Institución. Recibió la medalla de oro de esa Universidad en 1988 y el Premio Canarias de Investigación en 1999.
Después de 1987, continuó como cofundador y Presidente de la Academia Canaria de las Ciencias, a través de la cual siguió divulgando su conocimiento de las Ciencias y la Tecnología, siendo Director de numerosas tesis doctorales y promotor de eminentes investigadores en Matemáticas.
El profesor Nácere Hayek fue compañero de profesión y de Departamento, pero ante todo, gran amigo de José Martel Moreno. Por su gran interés histórico y didáctico, se reproduce a continuación la conferencia inaugural de las III Jornadas Didácticas de la Escuela Universitaria de Formación del Profesorado de EGB “Homenaje a José Martel Moreno”, con motivo de su jubilación, que pronunció D. Nácere Hayek en 1991, titulada “¿Por qué funcionan las matemáticas?”
La Escuela Universitaria de Formación del Profesorado de EGB de Las Palmas, ha tenido a bien invitarme para pronunciar esta conferencia inaugural de las III Jornadas Didácticas, dedicadas este año a las Matemáticas por coincidir con la jubilación de un excelente profesor de dicha disciplina, D. José Martel Moreno, y en tácito reconocimiento a su dilatada y magistral labor de todo orden en este Centro. Al término de esta Conferencia, constituye para mí un deber inexcusable destinar unos minutos para mostrar, siquiera en parte, la gran dimensión humana, docente y científica del citado Profesor.
Quiero hablar ahora de una de las personas que, dentro de nuestro ámbito canario, ha sentido mayor preocupación por la enseñanza y su didáctica y, de modo especial, por la de la Matemática. Se trata del Profesor D. José Martel Moreno, con cuya amistad me honro y de quien, como dije en un principio, me voy a permitir hacer una breve semblanza humana y personal.
En el deambular de la vida, sucede con frecuencia que venimos tratando a una persona durante años, sin que reparemos en ningún instante en alguno de los aspectos de sus cualidades personales. Únicamente cuando ocurren hechos trascendentes como el de hoy, en los que por la naturaleza del acto sentimos el deber de hacer una reflexión seria sobre la naturaleza y la trayectoria vital de esa persona, afloran con sorprendente nitidez sus auténticos valores humanos.
El profesor Martel Moreno se caracteriza ante todo por su sencillez. Un aspecto de su trato que cautiva sobremanera es la confianza que irradia su presencia. Todo en él muestra su bonhomía en cuanto nos acostumbramos a la mirada franca y abierta que siempre le acompaña. La vida se ha mostrado generosa con él: le ha dado sensibilidad, talento, magnanimidad, envidiable espíritu de servicio y una ética ejemplar; le ha negado en cambio, ambición desmedida, mezquindad y cualquier aptitud para la intriga. Al releer estos rasgos, cuando escribo esta semblanza, se recrudece mi admiración ante la riqueza humana de este Profesor.
José Martel Moreno nace el 8 de abril de 1925 en San Lorenzo (Las Palmas de Gran Canaria); fue el séptimo de nueve hermanos. Cursó los estudios de Bachillerato en el Colegio Viera y Clavijo, en aquel entonces el mejor centro que había en esta ciudad. Obtiene Premio Extraordinario en el llamado Examen de Estado, prueba temible en esa época para todo aquél que aspirase a ingresar en la Universidad. Becado por el Cabildo Insular de Gran Canaria, estudia los cinco años de la carrera de Ciencias Matemáticas en la Universidad Complutense de Madrid, durante el período 1944-45 a 1948-49, con brillantes notas que lo distinguen como universitario de excepción. En aquellos tiempos, sólo aprobar curso a curso en Facultades como la de Madrid o Barcelona, donde se matriculaban las vocaciones matemáticas más seleccionadas de toda la nación (por inexistencia de dicha carrera en casi todas las universidades del país), significaba toda una proeza. El Profesor Martel realizó también en la Complutense el examen de Reválida de Licenciatura.
Durante el período de 1955 a 1963 fue profesor Interino de Matemáticas en el Instituto de Enseñanza Media "Pérez Galdós" y, desde 1959 a 1963, Profesor Ayudante de Matemáticas en la Escuela Normal de Las Palmas. Se hace, asimismo, Maestro de Enseñanza Primaria en 1960. Su constante inquietud matemática le lleva a desarrollar peculiares tareas complementarias, como la de interesarse por la resolución de problemas de gran nivel seleccionados y propuestos por la revista Gaceta Matemática del Instituto Jorge Juan y la Real Sociedad Matemática Española de Madrid, de modo que las soluciones dadas por Martel en muchos de sus números aparecieron publicadas durante los años 1959 a 1963.
En el año 1963 tiene lugar el acontecimiento que marcaría el signo de su andadura futura. Se presenta en la capital de España nada menos que a dos oposiciones y, tras reñidos exámenes, gana las dos, situándose en los primeros puestos: como Catedrático Numerario de Escuelas Normales (OM 28-6-63) y como Profesor Adjunto Numerario de Matemáticas en INEM (OM 24-9-63), puesto este último que abandonaría por excedencia voluntaria en octubre de 1968. La prensa canaria de la época no pudo menos que dar debida cuenta de esta hazaña.
Desde entonces, se entrega plenamente a la Escuela Universitaria de Formación del Profesorado de EGB de Las Palmas, siendo Secretario, Jefe de Estudios, Subdirector y, finalmente, Director en el curso 1973-74 hasta el 24 de abril de 1982, en que cesa a petición propia.
No es nada fácil plasmar en unas pocas palabras tantos años de dedicación a un Centro, pero según algunos informes que tengo, merecen destacarse su esfuerzo por reorganizar y sanear sus archivos (semidestruidos por el abandono y la humedad), su preocupación en aumentar los fondos de la Biblioteca (consiguiendo aportaciones importantes, como la del Cabildo Insular de nada menos que 500.000 pta en 1973), la construcción del bar de la Escuela, la instalación de Seminarios y su amueblamiento, así como la organización de la Sala de Proyecciones con todos los medios audiovisuales hoy existentes, etc., todo ello llevado a cabo en el período en que fue Director. Yo recuerdo vivamente sus razonadas y eficaces intervenciones en defensa de cualquier tema relacionado con su Centro, en muchas de las Juntas de Gobierno de la Universidad de la Laguna de la que yo era también miembro como Decano de la Facultad.
Pero estimo que existe una faceta del Profesor Martel que prevalece sobre todas las demás, y es la de su profundo amor por la enseñanza y, en especial, por la didáctica de las matemáticas. La de los temas geométricos le produce una particular emoción. A título de ejemplo gráfico me permito narrar lo ocurrido en uno de los últimos concursos-oposición a una plaza de Profesor Titular de Escuela Universitaria en el que formaba parte como miembro del Tribunal. A lo largo de la exposición sobre "transformaciones afines" en el tratamiento de las propiedades que se conservan, el opositor mencionaba el paralelismo como propiedad fundamental para la clasificación de tales transformaciones. Al ser una de las "figuras base" utilizadas el romboide, se entabló en plena oposición un enfrentamiento dialéctico entre otro distinguido miembro del Tribunal (el Profesor Antonio González Carlomán, Catedrático de Didáctica de la Matemática de Oviedo, conocido purista amante de la axiomática y editor-autor de varios libros sobre fundamentos de lógica y geometría), el Profesor Martel y el opositor, sobre si era necesario o no diferenciar el romboide de los paralelogramos (cuestión no clara; a este respecto la escuela italiana, siguiendo a Emma Castelnuovo, se pronuncia por la identificación). La discusión llegó a tal punto, que ambos profesores salieron a la pizarra para exponer sus puntos de vista, olvidándose del opositor y del mismo acto de la oposición. El opositor que me contó esto, a la par que traslucía su admiración por Martel, remató su relato diciéndome que la discusión no había acabado allí, sino que continuó en la posterior comida de rigor.
El Profesor Martel es, en efecto, un didacta por antonomasia. Es sabido que sus clases, impartidas año tras año en este su querido Centro, siempre estuvieron regidas por ese sello o aspecto didáctico con el que impregna las materias de las que habla. Me asiste la convicción de que las generaciones de alumnos que han recibido sus clases de matemáticas y el regalo de su trato, tuvieron la mejor de las suertes. Nunca llegarán a ponderar del todo aquel inestimable encuentro de esa etapa de sus vidas. Sin duda, el amor hacia las matemáticas de muchos de sus alumnos germinó o se solidificó con la claridad de ideas y el buen decir de este excelente Profesor. Yo he conocido a algunos alumnos suyos y me ha parecido ver en ellos el estigma de su enseñanza y personalidad.
En más de una ocasión me habló Martel -con cariño no disimulado de su amigo D. Julián Caparrós Morata, entusiasta seguidor de casi todos los proyectos matemáticos de países punteros que investigaban sobre el mejoramiento de las matemáticas en la Enseñanza Primaria (entre ellos Australia, Hungría, EEUU, Gran Bretaña, todos con importantes proyectos de resonancia internacional). Caparrós fue invitado varias veces a dar charlas a los alumnos de esta Escuela, en las que introdujo material didáctico que, según tengo entendido, aún se conserva.
Desde 1965 a 1988 (23 años), Martel es nombrado Consejero General del CIMP (Canary Mathematics Project), del que fuera Director Caparrós. Entregado siempre a una afanosa labor de difusión de las matemáticas, se constituye en organizador de muchos actos, entre ellos el de dirigir en esta Escuela Normal una Gran Exposición de trabajos de niños de 3 a 12 años, de diversos países, sobre Matemática Moderna (difundida por todos los medios informativos), durante el mes de mayo de 1968.
Por los años 70 en que empezaron a extenderse por todo el mundo las ya famosas corrientes didácticas de Zoltan Paul Dienes y de Emma Castelnuovo, prepara (junto con Caparrós), primero la visita de tres días en esta capital (octubre, 1972) de Dienes y de John Williams, quienes pudieron mostrar sus técnicas e hicieron interesantes experiencias con alumnos de esta Escuela Normal y de los Colegios de las Salesianas y, algunos años más tarde, la de la Profesora Castelnuovo, quién impartió un cursillo de invierno de diez días (diciembre, 1976) sobre Matemáticas en la Escuela Primaria, con tan gran éxito, que entusiasmó a los alumnos, con los que llegaría a mantener correspondencia durante largo tiempo.
Martel ha sido también Director de notables trabajos de investigación, entre ellos, uno sobre "Didáctica de las Matemáticas en EGB” realizado en 1981 con pequeños grupos de niños del Colegio Nacional de Prácticas dependiente de esta Escuela. Intervino en cursos de reciclaje de Profesorado de Enseñanza Media a través del ICE, y organizó diversos cursillos de perfeccionamiento para maestros durante los años 1972, 1973 y 1974. Ha participado en distintos cursos de actualización en EGB, impartido módulos organizados por la Dirección General de Ordenación Educativa en varias de nuestras islas, así como Talleres de Matemáticas en diversos lugares de Gran Canaria y otros numerosos cursos sobre evaluaciones e importancia de materiales de enseñanza, etc.
Ha presentado ponencias en Congresos Nacionales e Internacionales de Matemáticas, de las que destacamos dos recientes en las XIV Jornadas Hispano-Lusas de Matemáticas (1989), una sobre "El minicomputador de Papy como arma didáctica en las escuelas de magisterio. Presentación de una variante suya ", y la otra sobre "Algunas contribuciones de Tobit ibn Qurra a las matemáticas".
Escribió una documentada "Historia de la Escuela Normal Elemental de Maestros de Las Palmas. 1853-1907", en homenaje a Jesús Arencibia, publicada en 1982.
Entre sus otras actividades, cabe mencionar que ha sido Profesor Tutor de la UNED (1975 y 1976), Miembro de la Comisión de Integración de la Escuela Normal de las Palmas en la Universidad de La Laguna (1972 a 1974) y Miembro de la Comisión Asesora de la Universidad de La Laguna para las Escuelas Universitarias (1975 a 1981), etc.
Por otra parte, siempre mantuvo un admirable deseo de superación universitaria. Ha recibido buen número de cursos de elevado nivel universitario. Yo le conocí durante el curso 1969-70, en el que impartí un Curso Monográfico de Doctorado titulado "Las distribuciones y las ecuaciones diferenciales". En aquel curso se habían matriculado varios Licenciados en Matemáticas, Profesores de Las Palmas (entre ellos, Martel), que para la asistencia a clase tenían que desplazarse a Tenerife cada fin de semana durante un período de unos dos meses; luego realizó también los restantes Cursos de Doctorado en mi especialidad.
A partir de entonces solidificamos Martel y yo una amistad, que habría de ser imperecedera. Cada año, y por su culpa, me ha
cabido el honor de tener una cita con esta ya para mí entrañable Escuela como conferenciante, lo que me ha permitido conocerlo mejor. Estoy en condiciones de asegurar que el Profesor Martel pudo haber alcanzado las más altas cotas de titulación universitaria, pero nunca tuvo fuerzas para sustraerse al dominio de su gran pasión por la didáctica y hacia todos los problemas de la enseñanza de las matemáticas. La especial preocupación por sus seminarios, la puesta a punto de nuevos programas, la actualización de temas, su peculiar atención ante cualquier requerimiento o proyecto constructivo, su colaboración siempre a punto para todo cuanto suponga un avance en la enseñanza de las matemáticas, su entrega total a amigos y colaboradores, digna de todo encomio, han sido el auténtico norte de su vida.
Para terminar, quiero decir que del Profesor Martel he aprendido a contemplar facetas de las matemáticas desde ángulos insospechados y, a veces, me he visto arrastrado por su entusiasmo hacia la didáctica. De su trato he recibido también el preciado regalo de su multivariada personalidad y cultura. Una vez me sorprendió al ver lo documentado que estaba respecto de la flora canaria mientas se extasiaba hablándome de los dragos, árboles por los que siente una especial predilección y cariño. En otra ocasión me dio una soberana lección sobre numismática y en algunas me deleitó con poesías suyas de alto nivel literario.
Posee una memoria sorprendente y es un ordenador humano que retiene cuanto contempla. A este respecto, para poner de manifiesto esta gran capacidad de retención, amén de su saber polifacético, no puedo dejar de referirme a lo que, verdaderamente maravillada, me contara la profesora de mi Departamento Universitario, quien en junio de 1988 formó parte con Martel de un Tribunal de oposiciones en Murcia. Me dijo que, a pesar de que hacía bastantes años que Martel había estado allí, le llamó la atención como recordaba con detalle, calles y pasadizos, esquinas ocultas, edificios y plazoletas, siendo capaz de indicar cuanto se había modificado. Caminante infatigable, en los parques diferenciaba los nombres que se daban a una misma planta en lugares distintos, conocía a fondo las diversas manifestaciones artísticas (monumentos, esculturas...) y, todavía, a la hora de esa comida ritual que se celebra tras las oposiciones, aún le quedó tiempo para extenderse en las propiedades de las verduras y frutas, en especial las de aquella región.
Ciertamente, se hace del todo imposible conocer a una persona de esa naturaleza, sin que le deje a uno cierta huella indeleble.
Yo felicito de veras a esta Escuela por haber tenido durante más de treinta años a un Profesor de tan alta cualificación y naturaleza; y asimismo, por haber dedicado a las Matemáticas estas Jornadas que ahora se inician, como tributo de reconocimiento a su labor en el momento de su jubilación.
La amistad de José Martel con D. Nácere Hayek fue imperecedera y cada año mantuvieron constantes citas como conferenciantes en las Escuelas de Magisterio de las dos Universidades canarias.